miércoles, 14 de julio de 2010

PREDICA SOBRE LA GRACIA (Parte IX) – Julio 11, 2010

Pastor Carlos Nanetti

4.2.1 Con la ofensa empieza la raíz de amargura

Con certeza que en tu vida te han herido y lastimado aquellas personas de las que pensabas nunca lo harían. Seguramente también la Iglesia de alguna manera te ha ofendido alguna vez. Es imposible caminar la vida sin ser ofendido. Pero, el Señor nos enseña a perdonar cada día. Todos ofendemos y somos ofendidos. La ofensa y la murmuración son uno de los mayores problemas internos con que lidia la Iglesia. Una cosa es tratar con principados, demonios o el mundo, y otra cosa es lidiar con los problemas internos. Lo triste de la ofensa es que cuando no perdonamos, se torna en una raíz de amargura que contamina. Debemos llevar una vida de perdón y perdonarnos los unos a los otros.

La gracia significa responsabilidad y valorar lo que Dios te ha dado. ¿Qué haríamos sin la gracia? A ninguno nos alcanzaría la justicia lo suficiente. Por la gracia somos coherederos y podemos sentarnos juntamente con Él. Muchas personas pueden perder su propósito en Dios si entra una raíz de amargura en su vida por cualquier comentario o chisme. Nos guardamos de la amargura y perdonamos porque la raíz de amargura impide que recibamos la gracia.

Hay personas que pueden enfrentar grandes problemas, pero cuando viene una pequeña ofensa no pueden lidiar con el asunto. Qué maravillosa es la gracia y qué terrible es la amargura. No importa cuán grande es la gracia, si hay amargura, no es posible recibir la gracia que necesitamos para continuar la vida. Dios no puede darte su gracia, está de manos atadas siendo tan poderoso como es, si hay una raíz de amargura en tu corazón.

Vemos milagros y el poder de Dios moviéndose cada día. ¿Habrá algo imposible para Él? Nada, sin embargo, la amargura no te permite alcanzar la gracia.

4.3 El menospreciar la primogenitura y comerciarla es un gran impedimento para recibir la gracia y para cumplir el propósito eterno.

Romanos 9:10-16 Dice: “A Jacob amé, más a Esaú aborrecí”. Había algo en estos hermanos que no se trataba de que uno era más bueno que el otro. Jacob era un engañador. Se trataba del menosprecio de Esaú de la primogenitura, que Dios se la había dado por gracia. Se trataba de que Esaú fuera capaz de comerciar su primogenitura de manera tan fácil. Este es uno de los grandes problemas de la Iglesia hoy en día. Antes la Iglesia tenía la moral de acusar a los comerciantes de la fe. En estos días, tristemente la Iglesia cristiana comercia de manera escandalosa con la fe. Esaú vendió su primogenitura por un plato de lentejas. Como cristianos, no tenemos la moral para acusar a ninguna “otra religión” porque muchos de los nuestros han comerciado y comercian con la fe.

Si algo tenía Esaú, era amargura. Procuró heredar la bendición con lágrimas (Hebreos 12:17), lo que en griego significa que tuvo llanto con gran amargura y deseo de matar a su hermano. El problema con la amargura es que al igual que el pecado, cobra más de lo que quieres pagar, y te atrapa más tiempo del que quisieras estar atrapado. La amargura no te permite recibir la gracia.

La amargura es algo que te separa de la bendición y no te permite recibirla, por más que Dios quiere bendecirte.

Hechos 8:18-23 El evangelio había sido predicado en Samaria y los apóstoles Pedro y Juan fueron para ver qué estaba ocurriendo allí. Había un hombre llamado Simón que había engañado a la gente de Samaria con sus trucos. Simón se había bautizado al igual que muchos, pero todavía no habían recibido el Espíritu Santo. Cuando Pedro y Juan comenzaron a orar y Simón vio que por la imposición de manos se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero a los apóstoles a cambio del don. Pedro le respondió que su dinero perezca con él y que necesitaba arrepentirse de su maldad, ya que se encontraba en hiel de amargura y en prisión de maldad.

Dios aborrece cuando se quiere comerciar con los dones. Nunca vendas el don que Dios te ha dado. Las Iglesias son un semillero donde Dios está haciendo nacer los actores de la cosecha final que van a moverse en los dones de Dios de una manera increíble. El sistema de este mundo, Babilonia, va a venir a comprar los dones.

Nunca vendas tu don porque te vas a hacer enemigo de Dios.

Rubén se hizo enemigo de Dios por ser fornicario, y Esaú por ser profano (aquel que desprecia las cosas de Dios y las comercia como si fueran un objeto). Cuando comercias, no tienes parte en Él. Tanto Rubén como Esaú eran hombres impetuosos, violentos y llenos de amargura. Eran pueblo de Dios pero fueron desgajados (cortados) de la primogenitura. La salvación eterna no puede perderse, pero si la primogenitura.

La amargura nace en el pensamiento del corazón. Cuántas veces hemos visto a personas que hacen mal uso de sus dones y son cortados por Dios. Tienes que lidiar en tu corazón apenas viene un pensamiento que quiera llevarte al resentimiento, amargura o a vender tú fe. El problema es el pensamiento de maldad. Si te arrepientes, quizás sea perdonado el pensamiento de tu corazón.

La amargura comienza con una ofensa (resentimiento o deseo incorrecto), se convierte en raíz de amargura que contamina (falta de perdón,), luego crece en hiel de amargura que después se convierte en prisión de maldad (significa ligaduras demasiado fuertes en que ya no se tiene control del mal que se hace). Hay gente que sigue ese proceso y termina hablando contra los ungidos del Señor. Esto es algo terrible porque Dios corta a aquellos que se levantan contra sus ungidos.

5. Debemos ser fieles administradores de la gracia que nos es concedida

Cuando hay amargura es imposible alcanzar la gracia de Dios. La amargura termina en prisión de maldad. Debemos amar la gracia de Dios y valorarla de tal manera que debemos luchar contra cualquier cosa que quiera pararse entre la gracia y nosotros. Cuando vivimos bajo la gracia de Dios, no necesitamos preocuparnos por la prosperidad. Su gracia viene y nos alcanza. Su bendición nos alcanza y toma cuenta de cada área de nuestra vida.

Hay muchas cosas contra las que luchamos los cristianos. Pero, para la gracia no hay nada imposible. No puedes tomar la gracia livianamente ni menospreciarla. Tenemos que aprender a valorar lo eterno. Dios nos ha dado en esta nuestra Iglesia local tantas áreas en las que podemos servir. Si abrazas un área, hazlo con amor y pasión, como cuidando un tesoro que Dios te ha dado para que lo cuides.

Gracia necesita responsabilidad y amor para valorar aquello que hemos recibido. Gracia es algo que tenemos que proteger, abrazar, administrar con cuidado y fielmente. Debemos cuidarnos de la amargura y resentimiento que evitan que obtengamos la gracia.

Gálatas 1:11-15 Somos llamados por la gracia de Dios. No hay nada que tengamos en el reino de Dios que no sea por gracia. Todo lo que tenemos es por gracia. ¿Qué estás haciendo para el Señor? Hay potencialmente grandes hombres/mujeres entre los niños y niñas de la Iglesia que Dios va a levantar. Pero todo es por gracia. Tú tienes acceso a esa gracia. El mundo está lleno de dolor, necesita gente que tenga acceso a la gracia. No hay nada que hayamos recibido por merecimiento. Todo llamamiento es por gracia.

Con Dios, todo es por gracia y misericordia. Él nos llama a ser responsables y buenos administradores de la gracia que nos concede. El caminar cristiano no es todo “color de rosas”. La Iglesia no puede “vender” la idea de una vida sin sufrimiento. No hay vida que Dios pueda ofrecer sin sufrimiento. Eso es comercio de la fe. En la vida cristiana tenemos las grandes bendiciones de Dios, pero también hay muchos momentos que no son fáciles.

6. Por gracia, Él nos lleva de la revelación al monte y a la gloria y lo hallamos a Él

Lucas 9:18-20 y Mateo 16:13-18 Los discípulos recorrieron con el Señor desde Jerusalén hasta Cesarea de Filipo, en el extremo norte de Israel. Jesús sacó a los discípulos de la nube religiosa que los tenia medio atrapados, y los llevó a uno de los lugares más humanistas que había en aquellos días. En aquel lugar Jesús desnuda su corazón delante de Pedro quién tiene la gran revelación de que Él es el Cristo de Dios, es el Yo de Dios, es lo más profundo en el seno de Dios. Esta es la revelación más alta que ha sido dada a ser humano. Es el misterio del Padre: Cristo el Señor. Jesús también le revela a Pedro sobre la Iglesia. Este es el misterio del Hijo: la Iglesia. Por gracia, Jesús le hace a Pedro estas dos revelaciones. Esta revelación sobre la Iglesia no fue dada por ningún profeta en el Antiguo Testamento. Pero, la gracia de Dios va más allá. No te detengas en la revelación. Deja que la gracia te lleva al monte y a la gloria.

Lucas 9:21-27 Los discípulos fueron testigos de todo tipo de milagros de Jesús, en este caminar a Cesarea. En Tiro y Sidón vieron que por gracia sanó a la hija de una mujer sirofenicia. Esta mujer cananea recibió el milagro como profetizando que los gentiles iban a recibir la gracia de Dios. Los discípulos caminaron con Jesús por camino de gentiles y vieron la alimentación de los 5,000. Después, recibieron la revelación más profunda de Dios de que Jesús es el Cristo de Dios, así como la revelación del Hijo sobre la Iglesia. Después de esas experiencias, Jesús les da otra revelación y les dice que es necesario que el Hijo del Hombre padezca, sea muerto y resucite al tercer día. También les dice: “si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame”. La gracia de Dios no nos engaña, nos habla la verdad. Es fácil que otro haya muerto (dado su vida) por ti, lo difícil es que otro viva en ti. Si queremos ir en pos de Él, debemos tomar nuestra cruz cada día.

Lucas 9:28-36 Por ocho días hubo silencio, porque Jesús anunció su muerte, y habló de tomar la cruz. El Señor lleva a Pedro, Juan y a Jacobo y sube al monte a orar. Pedro es el iniciador de la Iglesia (alfa), Juan es el restaurador de la Iglesia, el que vio el final (omega), y Jacobo es el primer mártir (diezmo). El Señor lleva al monte el principio y final de la Iglesia, y su diezmo, o mejor dicho Su sacrificio, estos tres representaban la obra terminada; Entre tanto que oraba, el Señor se transfigura en medio de ellos que ven la gloria de Dios. La apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente (quiere decir como fulgores de rayos, truenos, relámpagos). En el griego dice que sus vestidos relampagueaban a la luz. Los tres discípulos vieron la gloria de Jesús y a Moisés y Elías que aparecieron rodeados de gloria.

Pedro, Juan y Jacobo, como todo judío, estaban orgullosos de Moisés y Elías, tenían el paradigma de estos profetas, pero amaban la gracia. Cuando nosotros tenemos paradigmas y pensamientos errados difíciles de erradicar, si caminas sin menospreciar la gracia, Dios va a tratar rápidamente y va a quitar tu paradigma. Es decir, si tú abrazas y luchas por la gracia, por depender, no importa cuál sea tu situación, Dios va a lidiar con ella. El secreto de la vida cristiana es abrazar la gracia. Si te esfuerzas en depender de Él, Él va a hacer. La palabra dice: “amarás al Señor con todas tus fuerzas”. Jacob se agarró del ángel con todas sus fuerzas. ¿Qué estaba involucrado en aquel abrazo para que un ángel no pueda soltarse? El corazón de Jacob estaba tan involucrado que el ángel no podía soltarlo.

No sabiendo lo que decía, Pedro le dice a Jesús que era conveniente que haga tres enramadas (carpas), una para Jesús, una para Moisés y otra para Elías. Los tres iguales, poniendo a Jesús que es el Cristo de Dios, el Yo de Dios, aquel que mora en lo más profundo de Dios, al mismo nivel que Moisés y Elías. Días antes, estos tres discípulos tuvieron la revelación de que Él es el Hijo de Dios. Sin embargo, seguían con su paradigma de Moisés y Elías. Estos profetas eran para los judíos como ídolos. Los paradigmas en nuestra mente puede ser tan fuertes que podemos ver la gloria de Dios y seguir con éstos. Pero, si abrazas la gracia, Dios trata con tus paradigmas.

Vino una nube que los cubrió, el Padre tuvo que bajar, y vino una voz desde la nube que decía: “Este es mi Hijo amado; a Él oigan”. Es a Él a quién tenemos que oír, no a Moisés ni Elías. Cuántas veces ni siquiera tenemos la capacidad de discernir a cuáles de “nuestros Moisés y Elías” estamos poniendo al mismo nivel que Dios, o que estamos oyendo lo que no tenemos que oír. David dice: “líbranos de los errores que me son oídos”. Para ello una espada necesita atravesar nuestro corazón. Tenemos cuántos “Moisés y Elías” y no sabemos. Pero, si te abrazas a la gracia, Él mismo va a bajar y va a lidiar con tus paradigmas. Cuando cesó la voz, Jesús fue “hallado” solo. ¿Cómo hallado, si estaba delante de ellos? Lo hallaron a Él, murieron Moisés y Elías.

La gracia de Dios te va a hacer hallar a Él de una nueva manera.

2 Tesalonicenses 2:16-17 A veces Dios trae la palabra y vemos la espada. Nos corta y nos duele. La palabra dice: “Yo mismo vendré y Yo mismo les sanaré”. Él hace la llaga, pero viene por la misma gracia y te sana y conforta. Te da una esperanza real y consuela tu corazón. Dios nos da una consolación eterna y una buena esperanza por gracia. Una cosa es que Dios venga y que por gracia nos quite el paradigma. Esta gracia trae buena esperanza y consuelo.

Romanos 11: 4-5 ¿Cuál es el consuelo de Dios? Un remanente en la faz de la tierra que quiere la voluntad del Señor. ¿Cómo se siente Dios al ver la corrupción y comercio de la Iglesia, enfermedad, divorcio en Su casa? El secreto del remanente es abrazar la gracia. No tienen gran nombre, pero sólo quieren la gracia, amarlo a Él sobre todas las cosas, amar a su prójimo como a sí mismos.

Romanos 11:4 Dios se reservó hombres que no doblaron sus rodillas ante Baal. Aún en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia. Sin la gracia, ¿qué sería de nosotros?

Señor, abrazamos tu gracia en este día. Ayúdanos a valorar de tal manera lo que nos has dado que cuando venga el resentimiento luchemos con ferocidad contra éste, contra nuestra propia justicia y deseo, de tal manera que perdonemos y amemos. Señor, ayúdanos para que no llenemos nuestro corazón de amargura en ninguna manera. No permitas que tropecemos, perdónanos en lo que hemos fallado.

Jesús Señor, tú eres todo lo que tenemos, sin ti nada somos. Señor, no somos fuertes pero temblamos a tu palabra. No somos fuertes, pero te tememos. Señor, no somos fuertes pero henos aquí y hágase tu voluntad. Señor, oramos como tú nos has enseñado a orar: “hágase tu voluntad”, no importando qué, hágase tu voluntad. No importan grandezas, nombre, dinero, nuestros resentimientos, nuestros placeres, hágase como tú quieras.

Esta semana da gracia a la Iglesia para andar de manera digna. Da gracia a la Iglesia para que seamos librados del mal, que no caigamos en tentación, para que tu nombre sea santificado sobre todo. Venga tu reino, hágase tu voluntad. Recibimos de ti bendición de lo alto, puertas para atravesar, propósito. Toca a los que no son convertidos, maridos/esposas inconverso/as, familias que no te conocen. Bendíceles con el conocimiento tuyo, a cualquier costo. La bendición del Altísimo esté sobre ti, ensanche tu carpa a diestra y siniestra, el enemigo no toque tus bienes y antes bien seas prosperado en todas las cosas. Sea tu naturaleza Señor en nosotros. Resplandece, Señor.

Él sale venciendo para vencer

Cuando Pablo habla de la victoria que Él ha tenido, dice: “subiendo a lo alto, llevó cautiva a la cautividad”. Ahora Colosenses 2:15, menciona la victoria obtenida en la cruz. La figura que se toma es la de un conquistador que arrastraba al enemigo, le quitaba las sandalias, lo vestía de esclavo, lo enjaulaba, cortaba la cabeza y arrastraba a los dioses enemigos y lo exhibía todo en un carro en una gran marcha y celebración. El enemigo perdía toda su autoridad y dignidad. El vencedor marchaba dando honra a sus dioses porque habían sido más poderosos que los dioses del enemigo vencido. Él entró en los cielos como el gran vencedor. Como dice Apocalipsis: “Él sale venciendo para vencer”. Nuestro Señor no va a buscar la victoria, Él sale venciendo para vencer. Cuando El ha vencido, lo ha hecho de una vez y para siempre. El es el vencedor, creemos en su victoria y en que ha salido venciendo ara vencer. En nuestra economía no hay derrota, hay más que victoria. El texto en griego para “más que vencedor”, significa “altísimamente más que vencedor”. No vivimos para vencer la victoria, vivimos de victoria en victoria. Recibimos de la victoria, no importa cuál es la circunstancia. Reyes, naciones e imperios se han parado contra la Iglesia y contra su Cristo, y seguimos aquí firmes y de pie.

Nos sintonizamos con el trono. A veces estamos en la sintonía del dia a dia que nos impide la sintonía con el trono. Que nuestro espíritu se levante como una antena perfecta capaz de captar lo que está ocurriendo en el trono. Seamos participantes en el trono. Todos participan allá, la multitud, los ángeles, las huestes celestiales.

Recibimos de Dios. Abrimos nuestro corazón. La presencia de Dios baja y llega al que abre. A los que reciben, les da la potestad, la autoridad, el derecho de vivir como hijos, no como siervos. Recibe hoy, para estos días, el derecho de andar como hijo/a. Veo vestiduras de hijo/a. No andes como siervo, camina y anda como hijo/a. Vístete como hijo/a, siéntate en la mesa, come como hijo/a, sal de en medio de los puercos. Camina como hijo/a, toma tu posición como hijo/a, recibe la veste como hijo/a para esta semana, para estos días. Recibe sandalias, recibe anillo, recibe vestiduras y camina y siéntate en tu lugar en la mesa como hijo/a, dice el Señor.

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