miércoles, 7 de julio de 2010

PREDICA SOBRE LA GRACIA (Parte VI) (Junio 27, 2010)

¿Qué requerimos para la salvación de nuestra alma? ¿Qué podemos hacer en el día a día?

1. Lidiar en todo momento con el enojo e ira

La salvación de nuestra alma es un aspecto complejo. Todos tenemos ira y enojo en menor o mayor medida. Dejar de tenerlos es parte de esta salvación. La ira y el enojo no van a permitir que nuestra alma obre la justicia de Dios, es decir, que progrese el reino de Dios en nuestra alma. Ocurre que el ser humano está ligado en su corazón a la necedad. La palabra dice que tenemos que sacar fuera (cortar radicalmente) esta necedad, como son el enojo e ira:

a) Siendo prontos para oír, tardos para hablar, tardos para airarnos (enojarnos)

Santiago 1:18-19 Dios Padre, nos hizo nacer por la palabra de verdad para que seamos primicias de sus criaturas de la nueva creación. Esto significa que somos los primeros que hemos entrado a la nueva creación. Hay la creación vieja donde andan los hombres y mujeres inconverso/as y la nueva creación que es donde nosotros vivimos. Por esto, todo hombre/mujer sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airearse. ¿Por qué dice así? ¿Por qué en Proverbios dice que en las muchas palabras abunda el pecado? Porque cuando hay ira y enojo no permitimos que Dios obre su justicia. Cuando eres rápido/a para hablar mucho, te puedes airear (enojar) fácilmente. Cuando pones bajo el control del Espíritu la lengua, no hay ira ni enojo. Como somos primicia, la ira y enojo del hombre no obran la justicia de Dios. Santiago aconseja y dice que si tienes problemas con enojo e ira, se pronto para oír (oír más que hablar) y aprender a callar. Eso te va a ayudar a tratar con la ira y enojo.

b) Apartándonos (sacar afuera de uno, dejar ir) de la ira y el enojo

Colosenses 3:5-10 El primer grupo mencionado trata con nuestros placeres pasionales de nuestra naturaleza Adámica, para esto necesitamos de la obra de la Cruz, es decir el buscar hacer la voluntad de Dios en nuestro día. A esto añadimos el invocar Su nombre, y el calmar que seamos libres tanto del mal, El mal (tanto el que mora en nuestros miembros, como el maligno) como que nos libre de caer en tentación, reconociendo que de Él es el poder. Tenlos acceso a esta victoria por la obra consumada de la cruz, es decir por lo que Él ya hizo en la cruz.
La obra de la cruz, se hace real en nosotros y trata con lo terrenal en nosotros, cuando tomamos nuestra cruz, es decir la búsqueda de hacer Su voluntad, de esta manera se deja: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría. Esto significa hacer morir estas cosas. Para la salvación de nuestra alma tenemos que dejar la ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de nuestra boca, así como la mentira. Esto significa que debemos quitar o deshacernos, apartarnos dejando afuera, sacar de nosotros estas cosas, para este segundo grupo necesitamos de humildad, la humildad nos enseñara a oír, antes que hablar, nos enseñara a ser controlados en nuestro hablar por el Espíritu. Si no tratamos con ambos grupos, nuestra alma no puede obrar la justicia de Dios ni puede completar la obra a la que ha sido llamada, es decir, no puede edificar sobre oro, plata y piedras preciosas.

2. Recibiendo con mansedumbre la palabra implantada

Para salvar nuestras almas, que necesitan con desesperación ser salvas, debemos recibir con mansedumbre (humildad) la palabra implantada. Por la gracia nuestro espíritu está salvo y nuestra alma está siendo salvada . Nuestra alma necesita aprender obediencia. El reino de los cielos puede salvar nuestras almas. La gracia de Dios hace todo esto. A nosotros nos toca recibir con mansedumbre la palabra implantada, esto significa ser hacedores de Su voluntad y no oidores simplemente.

3. Guardando lo que Dios nos dice y meditando en la revelación de la palabra enviada

María ha sido la mujer que tal vez ha pasado los momentos más difíciles en la historia. Sabemos que el amor de una madre por su hijo/a va mas allá de nuestro entendimiento humano. ¿Cómo pasó esta madre por el momento de gran dolor que vivió? Ella podía haberse enojado contra Dios y sus prójimos hasta el punto de llenarse de odio y amargura. Previendo esto, Dios por gracia le dio dos cosas:

Lucas 2:10-16 Toda muchacha hebrea tenia el sueño de dar a luz un hijo primogénito varón porque existía la posibilidad de ser madre del Mesías. Se apareció un ángel del Señor a unos pastores para decirles que nació el Cristo, y que hallarían al niño envuelto en pañales. Cuando encontraron a María y José, con el niño acostado en el pesebre, dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño. Una madre normal se habría maravillado de oír estas noticias, y seguramente lo hubiera publicado a los cuatro vientos. Pero María guardaba toda esta revelación, meditándola en su corazón. ¿Qué te ha hablado el Señor? ¿Qué te ha prometido Dios? Tienes dos opciones: ser como el joven José hijo de Jacob que alardeaba de sus sueños, y ello le causó problemas, o ser como María y guardar estas cosas en tu corazón y meditar en lo que Dios te ha dicho. El mucho hablar produce la ira y no produce la justicia de Dios.

Lucas 2:27-35 Había en Jerusalén un hombre muy viejo llamado Simeón quién estaba esperando al Mesías porque quería ver la esperanza de Israel. Dios le dijo que había llegado la hora de ver al Ungido del Señor y movido por el Espíritu fue al templo. Conforme a la ley de Moisés, José y María trajeron al niño al templo en Jerusalén para presentarle al Señor. Simeón tomó al niño en sus brazos y el Espíritu envió su palabra. Y bendijo Simeón a José y María y le dijo a María que “una espada traspasaría su misma alma para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones”.

Cuando viene la palabra de Dios (la unción del Señor), empiezas a meditar y pensar en esa palabra. La guardas en tu corazón y oras en secreto a tu Dios, y comes y masticas de ello. Eso crea en ti un depósito riquísimo. Las aguas se enriquecen y llegan una hora en que si tú andas en ese camino y quieres la salvación de tu alma, es decir, que tu alma haga aquello para lo que fue llamada, entonces Dios envía su palabra y una espada traspasa tu corazón y esto parte el alma del espíritu, liberando el depósito escondido en tu interior, esto te lleva a nacer Su voluntad y a la salvación de tu alma.

Nuestra tendencia es que cuando recibimos algo de Dios, queremos publicarlo. Aprendamos de María que guardaba y meditaba la revelación en su corazón. Después vino el profeta y le dijo que una espada traspasaría su corazón. Evidentemente fue así y salió la gloria del Señor de esta mujer.

4. Aprendiendo obediencia y quebrantándonos con la palabra recibida para que salga el perfume

Hebreos 4:12 Merismos en griego significa cortar. Merismos separa para aclarar, enseñar, instruir, recibir. La palabra recibida corta para que sepas para que sirve tu alma, a que has sido llamado/a, y para que aprendas obediencia, para que recibas revelación, para que llegues a la madurez. Merismos pone al alma bajo el gobierno del espíritu, los coloca en los lugares que les corresponde. La salvación de tu alma va a ser posible si tomas la cruz cada día, y si guardas y meditas en la palabra recibida. Dios en su compasión envía su palabra que corta. La espada de la palabra nos quebranta y sale el “perfume” que fluye de la adoración de un espíritu quebrantado y humillado, esto ocurre mientras meditamos en las revelaciones que Dios nos da. Muchas veces el perfume quiere salir, pero nuestra alma es impedimento para nuestra salvación. Dios quebranta a sus hijos a fin de que el perfume salga, y haya una perfecta relación.

La palabra entra como espada para aclarar, para partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos (parte interior más escondida), y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. El alma atrapa al espíritu, lo oprime. El espíritu es el que se comunica con Dios. El alma tiene que ponerse bajo el espíritu. Necesitas la espada, el quebrantamiento del Señor. Por eso, el Señor después de un tiempo de nacer de lo alto, nos constriñe y nos lleva a un tiempo en que no tenemos más espacio, a fin de que Dios pueda cortarnos.

Romanos 1:9 Servimos a Dios en el espíritu. No podemos servirle en el alma. Según Juan 4:24, tocamos a Dios, nos comunícanos y tenemos relación íntima con Él mediante el espíritu.

Romanos 8:16 En el espíritu se hace la obra de Dios, no en el alma, es decir cada acción del ministerio nuestro, debe ser guiada por el Espíritu, y no hecha en nuestra alma.

Gálatas 6:18 Es a través de tu espíritu que se manifiesta la gracia y sale del espíritu la fuerza y la autoridad de la gloria de Dios que mora en nosotros.

5. Siendo radicales con nuestro “yo”

Mateo 16: 24-27 y Lucas 9:23-26 El alma es nuestro yo, nuestra vida, quiere reinar, es el nuevo faraón. Jesús dice que tienes que ser radical en la salvación de tu alma. Jesús fue radical para salvarnos: Él dejó su gloria, fue humillado, avergonzado, hecho maldición y pecado, Dios volcó su cara de Él. Tú tienes que ser radical con tu yo si quieres salvación de tu alma.

Si tú no eres radical con tu yo, Dios se avergonzará de ti en el día de eternidad. Eso es perder la salvación del alma. Cuando Dios te diga “buen siervo” y te recompense, eso es ganar la salvación del alma. Esto se refiere a tu posición en eternidad. La verdadera liberación no es dejar de pecar, sino vivir para Él. “Antes fumaba, o hacía esto y aquello. Ahora ya no lo hago porque Él vive en mí. Hago Su voluntad”. Salvación es liberación total del egoísmo del “yo”. Es cuando tu alma se sujeta al espíritu y el espíritu la gobierna.

La palabra discierne los pensamientos e intenciones del corazón. El corazón se compone de toda tu alma (pensamientos, emociones, voluntad) más la conciencia del espíritu (aquella parte de ti que te dice si algo está mal). Por eso la Biblia dice: “amarás al Señor de todo tu corazón, cuerpo y alma”. El libro de Hebreos estaba destinado al pueblo que estuvo en Egipto, que divagó en el desierto y que entró a Canaán. De la misma manera, la salvación del alma tiene tres estados:

• Dios te saca del mundo. Como cuando sacó a los hijos de Israel de Egipto, despojaron a los egipcios. A los recién nacidos de nuevo, Él les da todo; escuchan a Dios y sienten al Señor. Esto representa tanto la salvación de nuestro espíritu, como el inicio de nuestra vida cristiana.

• Cuando se acaba la “luna de miel”, llega el tiempo de la salvación de tu alma que representa el camino del desierto. Empiezas a divagar buscando de Cristo. Si no eres instruido en la palabra, divagas y divagas en tus pensamientos, en conocimiento, y no llegas a conocer a Cristo. Si Dios no te habla ni te responde, entras al desierto del alma y a divagar. Dios está tratando de constreñirte, de llevarte a un lugar donde estés totalmente cerrado sin puerta ni ventana abierta. Está tratando de salvar tu alma, es decir esta llevándote a hacer Su voluntad. Tienes que aprender a colaborar con Él. Antes había muchas puertas y tú escogías. Ahora se acabó el maná y pareciera que Dios se volvió sordo y que no te ama más. Dios te lleva allá, y si tú te dejas llevar y meditas en lo que Dios te habló allá, viene una espada y te quebranta y el perfume empieza a salir y se abre la única puerta dispuesta para ti.

• La vida del espíritu que representa Canaán, la tierra prometida que es tierra del disfrute. ¡Qué deleite es vivir con Él!

6. Transformando nuestra mente para hacer lo que gusta a Dios

Romanos 12:1-2 y Hebreos 4:13 No te conformes al pensamiento de este siglo. Para que tu mente sea inundada de los pensamientos de Dios, primero tienes que amar al Señor. Después, el Espíritu empieza a enseñarte la transformación de tu mente para que compruebes cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. No porque ofrendes a Dios, Él necesariamente va a estar agradado. Por ejemplo, no porque pongas letra cristiana al rock, vas a ser bendecido. A Dios le gusta la armonía porque es un Dios de armonía. Si quieres salvar tu alma, tienes que aprender a comprobar lo que le gusta a Dios, y debes aprender a que eso te guste a ti también.

1 Corintios 10:1-5 Para salvación de nuestras almas, el asunto no son las demostraciones que Dios hace o nos da, sino si Él se agrada o no. ¿Vivo para yo recibir y ser bendecido, o vivo para Dios?

La salvación de nuestra alma es cuando Dios nos gobierna y cuando Él te hace gustar lo que a Él le gusta. La vida cristiana tiene que ser una vida en que gobierne el espíritu. La vida del espíritu no es una vida de normas y reglas más es una vida en que el espíritu produce. El espíritu es el que te lleva a dejar lo que no debes hacer.

El espíritu te convence, y guía, la gracia es la que te lleva.

2 Pedro 3:18 Tienes que crecer en el conocimiento de Él para saber qué le gusta o no. Dios no da su brazo a torcer. Si Dios dice no, es no, aunque haya ayuno u oración. Cuanto más le conoces, más vas a saber lo que a Él le gusta. Dios es diferente de nosotros. No puedes andar, crecer y que tu alma sea salva con tus gustos. Si quieres aprender a vivir en Dios, tienes que aprender a hacer lo que a Él le gusta, te cueste lo que te cueste.

Creces en la gracia a medida que lo vas conociendo. Si hay cosas que tienes que hacer que a ti no te agradan, anda delante de Él y pídele que su gracia haga en ti para hacer lo que a Él le agrada.

7. Esforzándonos para ser cada día más dependientes de Él

2 Timoteo 2:1 ¿Eres hijo? ¿Tienes linaje? La gracia es para el linaje santo que sabe de responsabilidad para con su Señor. Ser hijo no significa no tener problemas, luchas y aflicciones. Ser hijo significa aprender a vivir la vida de otro, Timoteo era hijo verdadero en la fe. El padre le recomienda al hijo que se esfuerce en la gracia. Esforzarse y gracia parecen contrarios porque gracia es algo que nos es dado. No podemos hacer nada para recibir la gracia. La gracia es por gracia. ¿Por qué entonces Pablo le dice a Timoteo que se esfuerce en la gracia?

Esforzarse significa poner toda tu fuerza, trabajo, aliento y ser. Esforzarse en gracia significa que cada día amas más depender de Dios, que haces un esfuerzo más para tener una vida que depende de Dios, que haces un esfuerzo más para que Él sea en ti y no tú en ti mismo/a. Cuando nos convertimos al Señor, no es con nuestra fuerza. Nuestro esfuerzo tiene que ser orar: “Señor, quiero aprender a depender cada días más de ti. No puedo, haz tú, ten misericordia. Si hay cosas que no te gustan de mí, cámbiame y transfórmame”. Dios va quitando una y otra cosa. Esforzarse no significa que tú vas a hacer, sino que vas a ser más dependiente de Él en absolutamente todo lo que haces.

8. Hablando sólo lo que edifica

Efesios 4:29 “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca”. Habla sólo lo que edifica. Lo que no edifica, guárdatelo. Dios quiere dar gracia a los oyentes.

2 Tesalonicenses 2:16-17 Oramos para que Él conforte nuestros corazones, y nos confirme en toda buena palabra y obra.

Santiago 1:17 Toda obra buena viene de Dios, no es de nosotros, es por gracia.

Todo es por gracia. La salvación eterna de tu espíritu es por gracia, nada puedes hacer tú. Para la salvación de tu alma, debes colaborar con Dios esforzándote en la gracia, y sabiendo que la gracia para colaborar viene de Él. El Señor ya ha muerto, ahora nos toca morir a nosotros. No hay nada que puedas hacer por ti, necesitas Su gracia. No te libras del pecado por tus méritos, sino porque cada día clamas: “Señor, no me dejes caer en tentación”. La redención del cuerpo es por gracia.

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